Cuando uno pasea por su ciudad, no suele prestar atención a lo que ve. Lo da por sabido, por obvio, por cansino. A veces, sin embargo, un familiar lejano o un amigo nos llama la atención sobre cierto detalle que jamás habríamos notado, que no le sabemos identificar o explicar, y es ahí, en ese momento, cuando comprobamos nuestra ignorancia. No prestamos suficiente atención a lo que nuestros ojos ven continuamente.
Si esto es verdad, nadie lo negará, no es menos cierto que no se nos va un higo en lo que oimos. Demasiado acostumbrados al ruido urbano de Úbeda, de coches, canis con coches horrorosamente personalizados con una música horrísona que destruye neuronas, a los conductores y a los ciudadanos. Ruidos, y más ruidos.
Un buen ejercicio, que por otro lado nos ayudaría a conocer mejor dónde vivimos, y conocer mejor la situación en la que se encuentra dónde vivimos, es la de prestar atención tanto a lo que vemos como a lo que escuchamos. De este modo, oiremos acentos forasteros, los gustos televisivos de nuestros vecinos, o musicales, o también si tocan algún instrumento.
Si nos fijamos en lo que vemos, comprobaremos los coches que usamos, el estado de nuestras aceras y parques, el estado de las fachadas o el feísmo de algunas calles causadas por ciertas escrituras murales, de fea caligrafía y peor ortografía a veces, las más de dudoso gusto (aunque esto viene de lejos, ¿verdad Catullo?)
Pero, hay otro ejercicio, que cual sinestesia provoca resultados contrastivos de inusitada belleza y reflexiones desconcertantes, y eso es lo que me paso un día de estos:
iba por la calle de una zona de clase media, muy normalica, incluso podría decir que hasta fea. Voy fijándome que hay alguien en un contenedor, pero no para arrojar resíiuos en su interior, sino para rescatarlos. En ese momento, en la ventana acostumbrada, harmonías de cuerdas bien afinadas concertaban para alimentar nuestra alma. Sin embargo, mis ojos veían, a pocos pasos, cómo alguien que no puede apenas higienizarse, realizaba su ritual diario para poder, si acaso, comer algo.
Úbeda es una ciudad llena de contrastes,sólo hay que mirar y escuchar.